INGRID ODGERS PROGRAMA DE LITERATURA EN TELEVISIÓN

INGRID ODGERS PROGRAMA DE LITERATURA EN TELEVISIÓN

Creadores del BíoBío de Chile

Presentamos a escritores y escritoras comprometidos con la Palabra que desarrollan su obra en la marginalidad lejanos a la academia y en su mayoría desapegados de cánones tradicionales contribuyen al desarrollo literario y cultural de nuestro BíoBío y de Chile. Este es el portal para la difusión de su pensamiento y de sus obras creadas en la silenciosa precariedad nacional.

viernes, 28 de agosto de 2009

Roxana Heise Venthur




Sueños beodos


Finalmente llegó; exhalando perfumes de fémina engreída desterrada del paraíso. Sus formas sinuosas, su cuerpo, toda ella, parecían esparcirse entre las paredes de la habitación, elevándolo hasta la cima de su espíritu hereje, para luego dejarlo caer, junto al fetiche oscuro de todos sus deseos.

Habían pasado siglos desde el último encuentro, ameritaba un brindis; sólo aquel salud podía enmendar su tristeza. La miró fijamente a los ojos, luego se acercó; ella sintió derretirse ante la danza rimbombante de sus sentidos, ante el calor de esas manos y el balanceo de sus huellas dactilares que sin dejar de tocarla, la volvieron suspiro exhalado por la noche.

Ella era más que el asombro, más que una boca trémula esperando por él; era la absolución de sus juergas paganas, una prueba irresoluta de eternidad, la concreción de sus sueños beodos y también el salvavidas de una existencia naufraga.

Rendido a su abrazo, recordó que el vino envejeció de esperarla y algunas copas se quebraron al contacto del invierno, cuando nada parecía tener sentido, salvo caminar su soltería bajo la lluvia, ultrajando los gastados zapatos de empleado público, entre las callejuelas de algún barrio rojo, con la remota esperanza de encontrarla. Durante las noches concurría a un bodegón, para ahogar su fatídico destino en una caña de vino de última cosecha. Porque no era fácil soportar la humillación, de haberse convertido lentamente en un maldito chacal de la burocracia. Afortunadamente aquel caos terminó: el esfuerzo de años se vio compensado por su bello departamento de estilo minimalista, y aquel bar de bambú que ella tanto admiraba y que confería cierto estilo a su cuello de gacela.

La miró pacientemente, intentando redescubrir cada una de sus formas, o capturarla tal vez en el fondo de su retina y dejarla para siempre prisionera de sus caprichos. Es que aún persistía el delirio de poseerla. Era tan bella, luminosa y burbujeante, pese a la frialdad que ardía en sus entrañas.

Palpó agitadamente su suave contorno y descendió por sus flancos hasta sentir vértigo. Le resultaba inevitable admirar su imagen viril desde el fondo de su transparencia. Atrás quedó para siempre el dolor del olvido, la sed de esperarla. Ahora sólo bastaba un llamado telefónico al almacén de siempre, para que llegara en manos de algún dependiente. Había logrado el sueño de su vida: recibir en casa a la mejor cerveza.


A QUEMARROPA


Padre nuestro que estás en el cielo, desde el infierno en que habito te imploro piedad, mientras descubro la luz que trasciende las tinieblas y digo: santificado sea tu nombre. Juro no fue mi intención actuar de semejante modo. Estoy agobiada y sólo deseo un poco de descanso para que, un día cualquiera, venga a nosotros tu reino.
Tu reino de perdón y misericordia, ajeno al silencio abismal que ahora me inunda. Ni una hoja se movería si no lo permitieras y cuanto sucedió aquel día siempre estuvo en tus planes. Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Abrí la alacena; saqué el vino añejo que guardaba por años, preparé la receta de comida árabe que tanto le gustaba. Estaba todo dispuesto para nuestro compromiso, pero faltó ese día y todos los malditos días de mi irónica vida. Faltó mientras caminaba por las calles de nadie buscando alguna respuesta, faltó mientras dormías con el rostro caído y la mirada perdida crucificado en un muro, incluso cuando escuchaste: perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Fue una pésima ocurrencia haber llevado la cinta a su apartamento esa noche y pedirle a la mucama una prueba del romance. Los celos me enloquecieron al mirar la grabación. ¡Cómo pudo engañarme con mi mejor amiga! ¿Y amarla de esa manera? Dios, seguro que no concurriste al sitio del suceso; seguías en aquella iglesia crucificado en el muro, ante el fervor de los feligreses clamando: no nos dejes caer en tentación. Me presenté de improviso, estaba solo esa tarde. Saqué el arma que llevaba en mi cartera como amuleto fatal y disparé a quemarropa directo a su corazón. Un hilo de sangre tibia manchó mi falda de lino. Aún lo escucho gemir: jamás me lastimarías, eres mi chica, recuerda, mi chica. Su cuerpo trasfigurado se desplomó a mis pies. Los dedos de su mano derecha intentaron asirse a mis tobillos antes de replegarse. Me miró con pavor. Temblé de frío y miedo, también de culpa. No era mi intención, lo juro por Cristo, por el amor que profeso a su memoria, por el amor que viviré por los siglos de los siglos, cuando vuelva a repetir: líbranos del mal. Amén.

Destino

Vienes como siempre, a las diez y quince, con aquella tenida de payaso dominguero y un saxo bajo el brazo por si cae algo. Reímos por las calles como dos perros vagos y la luz de los faroles comienza a iluminarnos. Dices que sí, que esta noche será la vencida, que hay amigos influyentes por ahí, apostando por ti y yo me río: te digo que es por un chiste que recordé, y me guiñas el ojo alegremente, como diciendo: vale, esta será la vencida. Pero aunque niegas reconocerlo, sabes que tu destino es tocar en los burdeles, oliendo a sexo barato y cigarrillo trasnochado; viéndome sólo a mi, cuando el frío de todos los inviernos te desgarre la garganta de tanto darle y darle, de esperanza en esperanza. Me preguntas qué me pasa, no entiendes que estoy divagando. Dices que aún vale la vida, porque estoy a tu lado, y me das justo en el pecho de loca desvergonzada. Aseguras que algún día el mundo verá tu talento, y te aplaudo en la avenida haciéndote una reverencia. La calle nos pertenece, mi bufón de pacotilla: mira como todos vienen a escucharte, y te dejan monedas que recojo en mi sombrero, y te aplauden cuando gritas: ¡esta será mi noche!, yo quisiera llorar, pero prefiero lanzarme alrededor de tu cuello y besarte con locura, como en un fin de mundo. La gente nos aclama, en un enorme alboroto. Los vecinos se aproximan, si hasta la policía aparece de improviso.
Cuando lleguemos al bar y aparezcan los amigos...los amigos aquellos...
Agacho la cabeza mientras entramos al carro policial. Le pido al matón aquel que nos deje en libertad y te devuelva el saxo, pero dice que no, por ofensas a la moral...Ofensas a la moral...ofensas a la moral...quién mejor que nosotros puede saber de eso, respondo en voz bajita, sólo por no atormentarte, pues sigues reza que reza: cuando lleguemos al bar y aparezcan los amigos...los amigos aquellos...entonces será mi noche. ¡Basta Rubén!- te suplico- ¡Basta de darle a los sueños!-. Sólo me respondes: Juan..., y quedas como volando...

Breve Reseña

ROXANA HEISE VENTHUR nació en Chile, 1964. Ha incursionado en la poesía, el cuento y la novela. Sus textos han sido incluidos en numerosas revistas literarias y paginas de internet de Chile y el extranjero. Su novela Frenético sosiego obtuvo Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile 2006. En 2001 obtuvo mención de honor en el Concurso de Cuentos Breves Alfred Hitchcock y forma parte de la antología de nuevos cuentistas hispanos Los magos del cuento. En 2002 su libro Imágenes prosaicas fue editado por Ediciones El Salvaje Refinado.

No hay comentarios:


Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Creando Chile
Fondo de Fomento del Libro y la Lectura

Nota

El audio es un extracto de las conversaciones sostenidas con los escritores.

entrevista a Alejandro Ananías

entrevista a Roxana Heise

entrevista a Esther Mora

entrevista a Cristian Lagos

entrevista Mª Cristina Ogalde

Créditos

Realizadora y conductora: Ingrid Odgers
Dirección Cámara e Iluminación: Cavalerie Comunicaciones
Editora: Carola Peñailillo


Presentación de Alejandro Ananías

Presentación Aida Esther Mora

LITERATURA CHILENA

Música para compartir